Madre e hija, Lord Frederick Leighton |
A Jimena, rebelde indómita.
Te duermes en la media luna de mi hombro
después de acunar tu pequeño corazón desvalido.
Lágrimas las tuyas que saben de ser lágrimas,
que conocen la espera encadenada en el alma,
la hiriente sombra de la injusticia; gotas de lluvia
que vacían la pena y temen la verdad que ignoran.
Abres los ojos, tus ojos en los que anidan remolinos,
pícara mirada de dos soles en la cara de la esperanza.
Fluyen sonrisas de sublimes cometas celestes
orbitando alrededor del punto luminoso de tus dientes,
envueltas en inmensa ternura de espacio sin tiempo;
curvas de luz infinita que se beben las horas.
Mis brazos rodean tu cuerpo de infancia absoluta
y tu rostro se viste de estrellas mientras la noche,
ajena, despistada, se levanta en luna llena.
Te dejo una caricia que mitigue la nostalgia
pues sólo tengo una palabra para darte: Amor.
21 de octubre de 2011
1 comentario:
es profunda , alegre y melancólica a la vez, la esperanza en la una y la desilusión en la otra, la segunda por darse cuenta de lo que la primera ya no tiene y debería tener, en la primera la alegría infantil por tener
el amor de la segunda
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