A mi padre
Es abril y no estás.
Canto con mis lágrimas
tu ausencia
de esta vida que se
tornó en óxido.
Y te busco en la
angustia de los sueños,
te busco en la quietud
salobre del horizonte,
te busco en la larga
noche suspendida,
te busco en la espuma
escondida de tu sombra,
te busco con el corazón
y me devuelves una sonrisa.
Sé que me perdería en
ella
más solo queda ya el
recuerdo,
la memoria dolorida de
un niño de la guerra,
los días de infancia en
que echaba a andar la vida,
tu palabra honesta y
verdadera.
Y tomo tu mano y
acompaño tus pasos
como tu acompañabas mis
penas.
Caminamos padre, y el
viento nos golpea en el rostro,
la senda es agreste y
polvorienta,
los días son quietos y
simples,
se deshacen a nuestro
paso
y vuelven a emerger
y allí, en tu refugio de
tormentas me cobijo
salvada ya del tiempo y
del olvido.
Quedaron en suspensos
las palabras,
la esencia que sostiene
la vida,
las cosas que tu amabas
padre,
como la tierra de tus
antepasados,
el huerto generoso de tu
infancia,
una pareja de
galgos,
los hilos rectilíneos de
una viña,
la higuera injertada de
primaveras,
la parra que descansa
llorando tu ausencia,
una puesta de sol en el Cerrillo del aire,
el frío de cualquier
amanecer.
Respiro hondo
y me embriaga el
esplendor que fuiste.
Busco tu memoria en mi
vida y sé
que más que en mí, estas
conmigo padre.
María Torres
10 de abril de 2016